East Croydon

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 Casi todos los ingleses son muy ingleses. Estirados, engreídos, egoístas… Pero también encontré gente de buen corazón que me ayudaron mucho. Cuando salí que la casa de las negritas me sentí desfallecer. Todo era muy complicado, apenas tenía dinero y sobre todo no quería volver a España como una derrotada. Mientras estaba esperando en la parada del autobús me encontré con una conocida de la biblioteca. Era Rebecca, rica una viejecita viuda con un hijo que nunca la visitaba y que se sentía muy sola. En una persona muy agradable, que hablaba muy despacio el inglés y así la podía entender. Le explique mi situación como pude y asombrosamente me invitó a pasar unos días en su casa. Fue como un milagro.
Al final me pasé  dos semanas en casa de Miss Cardigan. Esto es una broma entre nosotras. Resulta que para mí rebeca es precisamente eso, una chaquetita de lana para estar calentita. Y Cardigan es rebeca en inglés. Pase unos momentos agradables con la vieja señora, practicando inglés y buscando trabajo y alojamiento en Londres. Tarea nada fácil. Pero tuve suerte y conseguí un trabajo de reponedora en Sainsbury's, algo así como el DIA de Inglaterra, y también una habitación por solo 50 pounds semanales, un chollazo…
Sobre el trabajo que puedo contar… Era una mierda. Como no hablaba muy bien inglés estaba colocando productos en los estantes y el almacén. Mis compañeros eran los típicos de la fauna londinense: indios, nigerianos, pakistaníes. Etc. Me hice amigo de Fabiana, una brasileña muy simpática que fue la que me puso en contacto con el piso underground. Pronto me di cuenta que mis posibilidades de progresar en ese trabajo eran muy reducidas. Como mucho podría llegar a cajera ganando un poquito más. Y el jefe del supermercado era por supuesto inglés, este no era un puesto para un extranjero.
Respecto al piso donde vivía, nunca he tenido una experiencia habitacional tan surrealista. Era muy barato mi cuarto, eso sí, pero todo lo demás estaba decrepito. La dueña de la casa, sospecho que era una inquilina que lo realquilaba, no vivía allí y su único objetivo era sacar el máximo de dinero posible y pagar lo mínimo indispensable por los gastos de la casa. Era tan tacaña que había instalado un contador de electricidad y pagaba por kilowatios. Algo muy inglés también. De vez en cuando se acababa la electricidad comprada y teníamos que poner un código que nos daba por teléfono. Pero en muchas ocasiones no cogía el mobil y nos quedábamos cuatro o cinco horas sin luz. También había puesto un contador para el agua de la ducha para que a los 4 minutos se cortara el agua caliente. Afortunadamente un guineano muy manitas lo puenteó y ahora podemos ducharnos sin límite de tiempo, un lujo.
Guardo muy buenos recuerdos de mi piso patera y los compañeros que conocía allí. Mi habitación era tan pequeña que pasaba mucho tiempo en el salón. Hice amistad con Rodolfo, un argentino de 51 años muy gay y muy divertido. También había una familia de ecuatorianos que Vivian en una habitación un poco más grande que la mía. Nunca pude entender cómo podrían dormir cinco en cinco metros cuadrados. Luego estaba la habitación de la muerte como la llamábamos. Resulta que tenía humedades y se había formado una especie de moho blanquecino que la pícara de la dueña había ocultado como un armario grande. Todos los que dormían allí terminaban enfermando de los bronquios y acababan yéndose. Empecé a salir casi todas las noches ya que tenía turno de tarde y al terminar el trabajo no me apetecía volver a casa. Al final me gastaba todo el salario antes del viernes. Allí pagan por semana. Rodolfo me prestó algo de dinero en más de una ocasión. Qué curioso, los que menos tienen son los más generosos.
Todo iba más o menos bien. No ahorraba nada, pero me divertía bastante. Al menos me gastaba poco en comida ya que en el supermercado nos dejaban llevarnos a casa los productos caducados. Nunca me paso nada excepto un día con una lasaña precocinada. Estuve tres días con diarrea y lo peor es que esos días no me los pagaron. Afortunadamente no me despidieron, cosa que si ocurrió con una nigeriana que no vino cuatro días porque su hijo estaba enfermo y tenía que cuidarle. Así se las gastan los ingleses.
Justamente estaban a punto de hacerme cajera con 10 libras más por semana cuando se activó el Brexit. Digo se activó, porque el Brexit había pasado antes de que yo llegara a Inglaterra pero no habían hecho nada. Londres seguía siendo una jungla de nacionalidades. Creo que fue la visita de Trump la que desencadenó la locura. El partido UKIP, unos fascistorros, empezaron con sus manifestaciones anti extranjeros y anti europeos. En la televisión salían montones de programas debate sobre como invitar a los extranjeros a que dejaran el país y cómo les iba a ayudar el gobierno británico a empezar una nueva vida en su lugar de origen. En el supermercado me dijeron que preferían ingleses de cara al Público y que seguiría como reponedora hasta las próximas elecciones por lo menos. Lo peor fue Rodolfo, mi amigo gay. Un día salió solo a Rupert Street, un sitio de los que le gustan a él. No me contó que le pasó realmente, lo único que dijo fue que hasta los gays se habían vuelto racistas.
Luego fue el turno de los camiones de propaganda. El ayuntamiento de Londres había hecho una campaña con el siguiente slogan:
Aliens go Home. Uk will pay for it.(Extranjeros volved a casa, UK pagará por ello)
Lo habían pintado en camiones blancos que daban vueltas y vueltas por las zonas de emigrantes. Y por los altavoces decían que iban a dar una ayuda económica a los que se acogieran el programa. En la tele salían en las noticias ex emigrantes que volvían a su casa, sonrientes, enseñando billetes de 50 libras.
El ambiente del piso cambió. Mis antiguos amigos se fueron, incluso Rodolfo. Y se llenó de pakistaníes y bangla desh. Apenas entendía el inglés que hablaban y lo peor es cuando se ponían a rezar 5 veces al día, pues el piso era tan pequeño que no podía ir al baño sin pisar a nadie.
Un día me harté. Tuve un problema con la cajera que me había quitado el puesto. Dijo algo de English first que me sentó fatal. Casi nos pegamos. Volví a casa super enfadada, cogí la maleta y me fui al aeropuerto a la oficina de repatriación. Había puesto una en cada aeropuerto. Todo fue muy rápido. Enseñe el pasaporte y me metieron en un  avión de rayanair con dirección Madrid. Cuando despegó el avión una azafata me dio un sobre con un formulario de recepción y renuncia a volver al país durante al menos un año. ¿Sabéis lo que tenía el sobre?
15 libras, estos miserables y tacaños ingleses. Esa es la ayuda que daban en realidad
 
Así acabó mi tercera aventura de emigrante. Con un vuelo gratis y 60 libras (45 que había conseguido ahorrar en los meses de trabajo y 15 de ayuda al emigrante retornado) Con la bajada de la libra se quedó en 49.98 euros que entregaron en la oficina de cambio de Barajas.