Vacaciones en Hammamet

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Vacaciones en Hammamet

El ano 2024 comenzó bien, pero a los tres meses mi compañero de trabajo con el que compartia las tareas diarias encontró otro puesto mejor y se fue. Tardaron 6 meses en encontrar un reemplazo. Por fin llego Adrián de Transilvania. Pero tardo otros tres meses en poder reemplazarme. Casi un ano sin vacaciones. Estaba realmente muy cansado y estresado. Pero mi momento había llegado y tome dos semanas de vacaciones, a mediados de diciembre.
Fui a la agencia de viajes y compré un paquete de vacaciones todo incluido destino Hammamet en Túnez. El primer problema fue justo después de pagarlo. El agente de la agencia me dijo que el vuelo era a las 6 de la mañana. Tenia que estar en el aeropuerto a las 4 a.m. Odio madrugar. Todo en ano me había levantado pronto, a las 7 a.m.. ¿Pero en vacaciones? Eso es masoquismo. Me dije a mi mismo que nunca jamás me levantare tan pronto por un vuelo. Prefiero cambiar de destino. Yo soy el que pago.
El día de la partida no dormí casi nada. Tomé un taxi para el aeropuerto e hice la fila. Es increíble el numero de personas que tomaban mi mismo vuelo.
El viaje fue bastante patético. Niños que lloraban detrás mío y que me daban golpes con el pie medio viaje. Encima, me toco al lado una señora muy gorda que apenas me dejaba sitio. Tres largas horas de vuelo. Pero no me quería enfadar, estaba de vacaciones después de tanto tiempo.
Al llegar al aeropuerto de Tunez pase el control de entrada. El policía de fronteras estaba enfermo y no dejaba de toser. Le di mi pasaporte y tosió encima. Me devolvió el documento con un montón de gotitas llenas de viruses. Me dio un asco enorme. Limpie el pasaporte como pude y busque el bus del transfer a mi hotel.
Ya en el bus empecé a sentirme mal. Me dolía la garganta. Me dije que solo necesitaba unas cuantas hora de sueno y un par de zumos de naranja para recuperarme. Iluso yo.
Dormi hasta la hora de la cena y baje al buffet. Todo tenía un aspecto estupendo. Me tome una buena cena, varios postres y luego un ron (era todo incluido). Con el estomago bien lleno fui a dormir. Mañana empezarían mis vacaciones de verdad….
Entonces comenzó mi pesadilla, nunca mejor dicho.
Estaba enfermo. El guardia de fronteras me había contagiado y tenia fiebre. Tosía mucho. Dormí casi todo el dia en medio de un delirio. Me veía a mi mismo en una especie de prisión con los muros helados y yo con convulsiones. En mi sueño había otros conmigo, en mejores condiciones que yo. Pero todos prisioneros. Uno decía:
Nos han abandonado, por eso estamos prisioneros hasta nuestra muerte. Otros no hacia mas que gemir. Yo no sabia que pensar. De vez en cuando me despertaba y veía mi cuarto de hotel. Pero volvía a dormirme y retornaba a esa prisión fría, húmeda. Sudaba mucho y me forzaba a bajar una vez al dia al buffet para comer algo. Pero lo que realmente quería es volver a mi cama y dormir.
Al quinto dia algo cambio en mi delirio. Soñé que mis carceleros venían con una especie de santón. Era un monje que ropajes sucios pero todos le tenían mucho respeto. Nos enseño tres cuerdecitas que llevaba en la mano derecha. Uno de los guardianes que hablaba mi idioma dijo:
Postraros, son los tres pelos sagrados de la barba del profeta.
No se porque lo hice, pero me levante y toque los tres pelos. Después caí al suelo. seguía enfermo, bastante enfermo. Todos mis carceleros comenzaron a gritar y a reír. Parecía que mi acto les gusto mucho. Me sacaron de la celda y me quitaron las cadenas. Me llevaron a la sala de los guardias y me dieron de comer y beber. Sentí que mis fuerzas revenían.
Me desperté mucho mejor, con hambre. Baje al buffet y desayune como un rey. Zumo de naranja, huevos con Bacon, varios pasteles. Creí que mis vacaciones comenzaban ahora, una vez recuperado de mi enfermedad. Además, era nochebuena. El día fue perfecto, pasee por la playa. Me bane en la piscina climatizada. Y para finalizar una cena espectacular en el hotel. Me tome un par de rones para celebrar mi recuperación. Pero como soy prudente y todavía estaba un poco convaleciente, me fui a la cama no demasiado tarde. Había comprado una excursión para al dia siguiente a la medina de Hammamet.
Mi sueno de esa noche fue muy extraño. Mis antiguos carceleros eran como mis amigos. Me ensenaron a lavarme los pies, las manos, la boca y luego me llevaron a su mezquita. Alguien me dijo que ahora me llamaba Yusuf Javivi. Y querían que me pusiera a rezar con ellos. Que ahora era musulmán hasta la muerte.
Creí que estaban locos. Ellos querían que convirtiera al Islam, justo el día de Navidad. Les grite que no. Yo era cristiano, era el día del nacimiento de Cristo Rey, el niño Dios. No iba a convertirme al islam y menos este dia.
Todos los moros se enfadaron muchísimo. Me gritaron, me golpearon y me volvieron a la prisión donde estaba antes. Lo peor fue que uno de los guardias me dijo:
Asi que no quieres ser musulmán, ahora seras esclavo hasta el fin de los días
Cogio un hierro ardiente y me quemo la mano derecha. Me dejo una marca en forma de media luna.
Me desperté empapado de sudor. Pero no tanto por la enfermedad de la que ya estaba saliendo, sino por el recuerdo de la quemadura.
No creo en las coincidencias. Pero esa mañana ocurrió lo imposible. Baje a desayunar, meditando sobre mi extraño sueno. Como de costumbre me hice tres tostadas. Las dos primeras salieron bien, pero la tercera se atasco en el tostador. Intente sacarla con un tenedor y desgraciado yo, me queme en la mano derecha. Justo en el mismo lugar en el que me marcaron en mi sueño. Me dolia mucho, fui enseguida a la enfermería del hotel y me pusieron una crema que me alivio algo. La enfemera me dijo:
No tiene buena pinta, es posible que le quede una cicatriz.
Que suerte la mía. Había contratado la excusión el dia anterior y no quería perderla. Me subi al autobús dirección Hammamet.
La medina no era nada especial. Callejuelas blancas que parecían un laberinto y un montón de tiendas y tunecinos queriendo vender lo que sea. Compre un cartón de tabaco para un amigo por 33 euros, 3 paquetes de especias y un par de imanes para la nevera. No había nada que me interesara. Me falto una botella de aceite de oliva, pero uno de los de la excursión se llevo el ultimo antes que yo. No tuve mucha suerte.
La excursión acabo en la fortaleza de Hammamet. Sale en todas las fotos de la ciudad. Es bonita pero pequeña y fría ya que esta al lado del mar y toda la humedad se pega a los muros. Cuando entre en uno de los cuartos se me helo la sangre y me entro un fuerte dolor de vientre. El guía me pregunto si me sentía bien y le dije que si, que ya había pasado.
Volví al hotel y descanse unas horas. Baje para cenar, era el día de navidad y el hotel había preparado una menu especial. Una sopa de pescado muy sabrosa y salmón. Me encantan este tipo de comidas, pero no me sentía muy bien y apenas probe bocado. Subi pronto a la habitación y dormi de nuevo.
Las pesadillas volvieron. Estaba de nuevo en la misma celda, pero peor que antes. Mis guardianes me golpeaban sin motivo, me habían quitado la manta y solo tenia un puñado de dátiles podridos para comer. Me desperté varias veces por la noche con un horrible dolor de estomago y diarrea. Pase otros tres días fatal. Todo lo que comía duraba un par de minutos en mi estomago y tenia que volver al servicio. Se acabo el papel del baño y tuve que utilizar una manguerita que tienen todos los servicios en los países musulmanes.
Se acercaba el dia de mi partida y no estaba muy seguro si podría viajar. Pero no quería quedarme en ese hotel. Esa misma noche tuve un sueno esperanzador. Vi a un monje viejo con barba blanca. No era musulmán pues tenía una cruz blanca en su manto gris. Hablaba con mi carcelero. Le decía que estaba enfermo y moriría pronto. Cristiano muerto no vale dinero. Tampoco valía los 30 dinares de plata que pedía el guardián. Le daría solo 3 dinares o nada. El moro acepto.
Me desperté mejor. Me seguía doliendo la barriga pero ya no tenia diarrea, ahora estaba estreñido. El bus pasaba pronto a recogernos, a las 7.30 de la mañana. A las 7 en punto baje a por un café. No me entraba nada en mi estomago por los nervios. Si soy sincero tenia miedo que me pasara otra cosa y no podría irme de Hammamet. A mi lado desayunaba una vieja señora con su marido.
Subi a la recepción esperando el bus que me llevaría al aeropuerto y de allí de vuelta a mi casa. Fue en ese justo momento cuando la maldición de Hammamet paso de mi y busco una nueva victima. El marido de la vieja señora vino corriendo a la recepción y dijo que su mujer se había caido y que pensaba que se le había roto la cadera pues la pierna estaba como dislocada. Los recepcionistas se pusieron muy nerviosos y llamaron a una ambulancia.
La ambulancia llego pronto y a los tres minutos nuestro bus al aeropuerto. Me subí rápido al autobús y desde la ventanilla vi como sacaban a la señora en la camilla. Efectivamente se había roto algo. La pierna estaba en una posición rara y sufría mucho pues no paraba de gemir y sollozar.
Todo el viaje pensé en lo afortunado que era. Si hubiera sido yo quien se hubiera roto la cadera ahora estaría en el hospital hasta que me operaran. Y quizás nunca saldría de Hammamet.
Solo cuando pase el control de fronteras me tranquilice. El policía me dijo:
Espero que haya disfrutado de sus vacaciones, vuelva pronto a Hammamet.
Jamás de los jamases volveré, eso lo tengo muy claro.
Así acabaron mis vacaciones en Túnez, después de un año de duro trabajo sin apenas descanso. Todavía sigo pensando que lecciones he aprendido de esta experiencia.